De jornalera de campo a docente de hierro

La historia de Carina, una mujer que trabajó la tierra, fue celadora y luego se convirtió en docente.

Sociedad11/09/2025 Por Natalia Tomelín
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Son muchas y diversas las historias de docentes que debieron enfrentar vicisitudes en sus vidas y, en varios casos, un sinnúmero de escenarios laborales previos para llegar al tan anhelado título de maestra. Entre tantas, una resaltó sobre el resto y es la de Carina Ávila. Una docente de 50 años, oriunda de Las Violetas en el departamento de Lavalle. 

Ella, como muchas mujeres del norte mendocino, trabajó en tareas agrícolas en la zona, lo hacía junto a su familia. Fueron 20 años dedicados a una labor digna, sacrificada y pocas veces valorada pero que, en Carina, sirvió de impulso para revelarse a su realidad socioeconómica y creer que era posible construir otro futuro.

Así fue que en su afán superador, le llegó una oferta de trabajo tentadora, ser celadora en la escuela Maestros Mendocinos. Sin dudarlo la aceptó. En ese rol y durante 15 años se convirtió, junto a sus compañeras de trabajo, en encargada del orden, la limpieza y también, por qué no, en “un poco madre” de tantos niños. Sabiendo reconocer en ocasiones, la necesidad de contención y orientación de los estudiantes.

Desde 2004 en adelante, una generación de niños la vieron recorrer a diario los pasillos del establecimiento, en lo que parecía ser su último y permanente logro personal y laboral. Sin embargo, otra oportunidad inesperada  le llegó a su vida, culminar sus estudios secundarios. Sin dudarlo asumió el desafío.

Carina recuerda y nos relata que desde la escuela la invitaron a  concluir sus estudios secundarios, ya que eso podía mejorar su sueldo. ¿Cómo negarse? Ese aumento ayudaría a costear sus gastos familiares; pero además, para ella fue siempre una meta pendiente, ya que no tuvo la posibilidad de finalizarlos. Ella fue criada por sus tíos y eran muchos en casa por lo que las posibilidades de garantizarle la continuidad de estudios era imposible. 

La celadora pasó a ser alumna de un CENS en Los Corralitos, dividió tiempos entre la familia, el trabajo y sus estudios y, finalmente con esfuerzo, lo logró. En el 2009, obtuvo su título de nivel medio. Fue ese un momento clave en la vida de Carina. Tras su reencuentro con los estudios y con la mirada puesta en la superación personal, comenzó al año siguiente el curso de preceptor y secretariado de escuela. Etapa que concluyó con éxito y le abrió la puerta a buscar nuevos horizontes dentro del ámbito escolar.

Con el secundario completo y el título de preceptor y secretario en mano, Carina comenzó a peregrinar en busca de empleo. Sin embargo, su voluntad y predisposición, incluso su formación académica, no era suficiente. Cada vez que se presentaba a un ofrecimiento laboral, algún docente con título en mano, terminaba por arrebatarle el sueño y postergar el nuevo despertar vocacional.

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Pero los traspiés terminaron por impulsar a Carina a dar el siguiente paso. En 2012, comenzó el profesorado de educación primaria. La decisión no fue sencilla y la realidad mucho menos. En casa había una familia con dos niños pequeños que demandaban la atención y los cuidados de su madre,  y un marido, al que le resultaba difícil apoyar la idea de que Carina siguiera estudiando. 

El temor ante la imposibilidad de costear los gastos que esto demandaría,  sumado a la inversión de tiempo y la obligación que conlleva la maternidad, amedrentaban el camino. Pese a esto Carina reconocía esa voz interior que le dictaba su corazón y con su mochila llena de esperanza, continúo sus estudios. 

Sin tocar ni un centavo de su sueldo como celadora, cursó en una facultad privada. Durante ese periodo mantuvo su empleo ya que ese dinero era destinado a  gastos familiares. Es por eso, que para poder solventar la cuota y demás costos, comenzó a vender ropa, cosméticos y cacerolas. 

Las exigencias laborales, las necesidades familiares y la inversión económica, la obligaron a dejar de lado su sueño de convertirse en docente en varias ocasiones. Sin embargo, la vida siempre se encargó de presentarle personas como compañeras de trabajo y especialmente el apoyo de docentes, los cuales alentaron y acompañaron, con enseñanzas y en otras tantas con materiales de estudio. Así fue su devenir superior, hasta que a sus 40 años logró recibirse de maestra.

Apenas recibida, ocurrió nuevamente la magia, lo impensado y, por caso, lo particular de esta historia. Carina tomó un cargo de maestra en la misma escuela en la que se desempeñaba como celadora. Su debut docente se concretó en la institución escolar del distrito, ese edificio, que tantas veces ordenó, limpió y preparó para recibir a niños y docentes; ahora la abrazó por el lapso de año en sus aulas impartiendo conocimientos y reflejando su pasión por la docencia. Fue un año enriquecedor, valora la docente. 

Al ciclo lectivo siguiente surge la posibilidad de titularizar un cargo en el CEBJA 3232 de Tres de Mayo, lo que significaría coronar su esfuerzo previo y expectativas actuales. Sin embargo, ese mismo año, justo el mismo día en que Carina culminaría con sus trámites para titularizar, dos de sus hermanos, que viajaban con sus compañeros de un club de fútbol rumbo a Bolivia, tuvieron un accidente y perdieron la vida. El dolor ante la pérdida, sumado a la preocupación, ya que uno de sus hijos también iba en el colectivo que volcó en el camino,  invadió el corazón de la docente e impidió que titularizara. 

Carina describe aquella situación como un golpe duro que aún tiene grandes cicatrices. Pero,  también destaca a quienes se convirtieron en su sostén: sus compañeras. Relata que la directora y una compañera viajaron junto a ella a Tunuyán donde pudo tramitar los documentos que le faltaban y finalmente titularizar. 

Su derrotero docente la llevó a trabajar en el CEBJA 3107 de Puente de Hierro, allí – actualmente - es titular de un grupo de adultos y tutora de otras horas. Trabaja conjuntamente con otros docentes, en  un Proyecto de Cooperativa Textil, el que fue reconocido por la DGE y que ha permitido que tres alumnos desarrollen sus microemprendimientos con aportes de la Dirección de Economía Social de la Provincia.

Quién puede negar que Carina conoce la educación por dentro. Ella la vive y construye cada día. En las largas tertulias con sus colegas interpela el sistema, considera que la modalidad muchas veces no es visible, que reciben poco. Interpreta, que la falta de visibilidad de la modalidad se debe a que son el reflejo de las falencias del sistema y, al mismo tiempo, son las bases que alimentan su existencia.

Seguramente Carina Ávila, es el espejo en el cual otros colegas pueden mirarse a lo largo y ancho de la Argentina. Y que tal como le ocurre a ella, inculca en las aulas que esas oportunidades se buscan, se persiguen y alcanzan con dedicación, esfuerzo y compromiso. 

Con la historia de vida de la "seño" Carina Ávila, saludamos y honramos a esos hombres y mujeres que entregan sus vidas en el aula, a sabiendas que con cada conocimiento que trasmiten, permiten ciudadanos más libres y también más humanos.  

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